· Opinión ·

Sexo en Nueva York, ¿cómo ha envejecido la mítica serie?

El otro día empecé a ver la serie Emily en París, pero no os preocupéis, este no es un artículo más hablando de esta serie o de sus lookazos, de hecho ni siquiera la terminé.  Voy a hablar de una serie que se estrenó hace nada más y nada menos que 22 años y aunque es raro hacer una review de una serie tan vieja puedo hacerlo por dos motivos: el primero, que su creador es el mismo que el de Emily en París y todo el mundo está hablando de ella y el segundo porque es un clásico y cuando algo se convierte en un clásico quiere decir que siempre se puede hablar de ello. 

La serie es la mítica Sexo en Nueva York que he vuelto a ver enterita y puedo afirmar que ha envejecido muy muy mal. La que se consideró un serie revolucionaria por cómo las mujeres tratan el tema del sexo, vista en 2020, es una ridícula sucesión de relaciones tóxicas, malos polvos y pésimos consejos.

Cuando la vi por primera vez

Tenía unos 15 años y estaba deseando ser como ellas. Una Carrie Bradsaw con su apartamento cuqui en el centro de Manhattan, su colección de Manolos y sus palpables pezones al más puro estilo Rachel Green en Friends. 

Y lo que veo ahora es un grupo de 4 amigas, evidentemente blancas y delgadas, que a pesar de que tienen 4 trabajos interesantísimos o fabulosos, como dirían ellas, solamente saben hablar de tíos, tíos y tíos. Se rigen por una serie de normas absurdas que creen a pies juntillas y que aplican a rajatabla, o no tanto, desde la guarrilla de Samantha hasta la puritana de Charlotte: no te acueste con un tío en la primera cita, no dejes nada en su casa, no te tires pedos, no salgas con jóvenes, no salgas con viejos, no, no, no… Absolutamente ninguna de estas normas es: hazlo si te apetece y si no te apetece no lo hagas.  Cierto es, que se las saltan constantemente y sin embargo siempre existe la creencia de que si lo hacen tendrá terribles consecuencias. Y juzgan, siempre juzgan.

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Sería impensable en 2020

Otra cosa que sería impensable ver en una serie en 2020 es esa animadversión que tienen hacia el resto de mujeres, sobre todo por las guapas tontas, que aquí es un estereotipo constante al  que odian porque “les quitan a sus hombres”, esos solteros tan codiciados en esta ciudad con lo que se quieren emparejar a toda costa. Da igual que dejen sola a su amiga en una fiesta, en la inauguración de una exposición (el plan por excelencia) o en la sala de espera de urgencias mientras está medio moribunda, si ellas ven a un tío que les guiña el ojo, aunque sea de lejos, se lanzan a por él. Porque sí amigas, no sé si serán los 90 o Manhattan pero aquí ligar es así de fácil: solamente te tienen que sonreír de lejos y después de una frase mínimamente ingeniosa ¡pum! ya tienes una cita ¿Qué pasa cuando la consiguen? 

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Aquí hay varias tipologías:

Está Charlotte, que no ve hombres, ve anillos de compromiso. Todas las frases que hablan sobre Charlotte empiezan diciendo “por fin encontró al hombre perfecto pero…” y van seguidas de un motivo para dejarlo. Total, a la vuelta de la esquina le va a guiñar el ojo otro tío potencialmente atractivo con el que casarse y tener mil hijos.

Miranda es de las que no necesita a un hombre en su vida. Es una mujer de éxito, de éxito laboral, porque el éxito aquí es conseguir al mejor hombre, o al menos un hombre, pero me cuesta saber cuál es la moraleja de este personaje. ¿Hay que ser una cínica para demostrar que no eres una caza hombres? ¿hay que renunciar al amor para centrarse en tu profesión? o ¿no se puede pretender llevar ese pelo sin parecer lesbiana?

Luego tenemos a la gran Samantha Jones, con nombre y apellido. Utiliza a los hombres a su antojo, se ha acostado con medio Manhattan y parte del extranjero y habla de ello sin ningún tipo de culpabilidad. Lo mejor, que además es una mujer de éxito (laboral) sin ayuda de ningún tío, pero ¡ojo! que ella también tiene sus normas absurdas:  en los tríos solo como invitada, no desayunes con él, no te enamores…  y eso sumado a algunos comentarios sorprendentemente machistas no la alejan tanto de las demás.

Y por fin, llegamos a Carrie

La protagonista. A Carrie le parece bien urdir una serie de planes maquiavélicos para salirse con la suya  pero le hace falta poquito para montar pollos acá y allá, que sí amigas, que Big era un auténtico cretino pero ¿no os parece increíble cómo nadie se dio cuenta de que Carrie era una neurótica?     

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En realidad me alegro de considerar que esta serie ha envejecido mal porque significa que hemos superado todos esos estereotipos y considerado que la revolución sexual de la mujer es algo más que poder hablar de penes. Aunque pensándolo mejor no sería la primera vez que alguna que otra amiga ha estado durante toda una cena intentando emparejarme. ¿Por qué en una ciudad moderna como Madrid, mis fabulosas amigas, con sus fabulosos trabajos y sus fabulosas aficiones no podía parar de hablar de tíos con los que enrollarme? ¿Acaso se sigue considerando la soltería un estigma social como quien tiene halitosis? 

Y si en las series y películas que hacen ahora cada vez se ven menos este tipo de comportamientos ¿significa eso que avanza más rápido el contenido que consumimos que la propia sociedad? Creo que esta pregunta pertenece a otro debate y quizá podamos responderla después de otros 10 años cuando podamos ver qué tal han envejecido series como Euphoria, Girls o la propia Emily in Paris.  Hasta entonces solo estoy segura de una cosa: de que lo único que ha envejecido bien son todos esos Manolo Blahnik de los años 90.


TEXTO: CELIA MARTÍN.

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