· OPINIÓN ·

BOOKSMART: Cómo una peli tonta puede acabar con todos nuestros prejuicios. 

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Hacía tiempo que una película no lograba mantenerme despierta durante una siesta. No es que sea de las que se quedan dormidas en las pelis, sino que elijo a conciencia una que sea tan mala y tan predecible que no me importe perderme más de la mitad.  

Me disponía a ver una de esas y elegí Súper empollonas de Olivia Wilde, Booksmart en inglés (nunca entendí ese tipo de traducciones) aparentemente la típica comedia americana para adolescentes al estilo American Pie o ese tipo de absurdeces que sirven para lo que sirven.  Pero para mi sorpresa encontré algo que me merece mucho la pena, tanto que le he dedicado esta reseña. 

No os voy a decir que es una obra maestra del séptimo arte ni mucho menos, es lo que es: una comedia americana para adolescentes pero la manera en que rompe con absolutamente todos los estereotipos, la mirada femenina desde la que está protagonizada y dirigida y la maravillosa actuación de sus protagonistas tan alejada de esos actores de treintaypico interpretando a gente de 17 a los que estamos más que acostumbrados, hizo que esa tarde me quedara sin dormir. 

 

El argumento no es otro que

Dos adolescentes en su último día de clase se dan cuenta de que han desaprovechado sus años de instituto al comprobar que sus compañeros, que hicieron algo más que empollar, irán a grandes universidades, por lo que deciden pasar una última noche de gran juerga. 

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Hasta aquí no puede cumplir más con el cliché de la última fiesta de fin de curso antes de ir a la uni, pero empecemos a hablar de lo que no lo cumple.  

Para empezar las protagonistas absolutas son dos chicas, Molly (Beanie Feldstein) y Amy (Kaitlyn Dever). Con eso ya empezamos bien. Además una de ellas, lesbiana, pero lo mejor es que en ningún momento la trama trata sobre lo duro que es ser una adolescente lesbiana o sobre salir del armario, no. Le gusta una chica, una skater andrógina que además contra todo pronóstico se lía con el popular (perdón por el spoiler) El diálogo entre las dos amigas sobre el tema es tan brillante que de hecho lo voy a reproducir tal cual: 

– Ni siquiera sé si le gustan las chicas
– Fue con un polo al baile
– Pero esa es su representación de género, es diferente a su orientación sexual…
– Lo siento pero no lo entiendo
– Bueno… la construcción del género es…
– No, gracias, esa parte la entiendo. Me sorprende un poco que te guste Ryan. Tu primer crush fue la gatita blanca de los Aristogatos. 

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Este diálogo no es el señor Burns disfrazado de Jimbo Jones intentando decir:
¡eh! somos guays sabemos hablar de diversidad de género sino que entra de forma sutil, realista y natural.  

Otra parte maravillosa es el inicio de la trama

Cuando Molly descubre que los tontos, guapos y guays de la clase van a ir a Yale, como ella, o a Standford o a Harvard, incluso al que parece tener menos luces le han contratado en Google como programador. 

¡Gracias!

Gracias por intentar acabar con ese estúpido estereotipo de que los guapos, y todas la vertientes de popularidad a la americana, son tontos. Gracias por esta frase de “La grúa”: 

 “Se me dan que te cagas las pajas pero también saqué un sobresaliente en selectividad”.

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Porque parece que toda la vida nos han enseñado y sobre todo en este tipo de películas, que no se puede ser guapo y listo, que se no se puede ser popular y sacar notazas, que tienes que elegir entre las fiestas y los estudios o que no se puede ser la guarra de clase e ir a Yale.   Por cierto, que ¿de dónde viene el mote de La grúa? Pues de un rumor sobre una aventura sexual, obvio. ¿Y qué es lo que tiene ella que decir? Que lo que más le duele es que se lo llamen también las chicas, eso y que tiene parte de verdad pero que no le avergüenza ¡Bum! toma lección de feminismo de nuevo sin ser el Sr. Burns disfrazado de Jimbo. 

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Otra cosa que me sorprendió

Es que ellas no son ningunas pobrecitas, hacen el papel de pringadas y de empollonas sin amigos, sí, pero también se meten con los demás, sobre todo Molly, subestimándoles y juzgándoles, creyéndose superior. El resto de la clase no les tienen especial aprecio pero parecer ser que se lo han ganado a pulso. ¿Que se meten con su aspecto físico? Pues sí,  pero en todo momento dejan claro que lo que no les gusta es su comportamiento con frases como: Es mona pero te haría un examen de anatomía mientras te la tiras”O esta maravilla de: 

“Yo follaría apasionadamente con Molly Davidson pero antes le taparía la personalidad”.

 

A pesar de todo esto, cuando llegan a la fiesta con toda la clase nadie les trata mal. Cuando a todos nos resulta sospechoso y estamos esperando el momento Carrie, una buena emboscada, un buen cubo de lo que sea por encima mientras se ríen de ellas y se preguntan cómo han podido creer que las iban a aceptar,  resulta que no. Parece ser que no hay adolescentes crueles o vengativos, que están ahí para pasárselo bien sin tener que excluir ni hacer sufrir a ningún compañero. 

Y descubrimos también en esa fiesta que el más buenorro y popular también es un friki. ¿Por qué coño no te puede gustar Harry Potter y estar mazado? Y descubrimos también que la popular y buenorra es también lesbiana, o no, porque ni siquiera es necesario hacer referencia a su orientación sexual. Buenorra que, por cierto, rompe también con algunos estereotipos. Es esa tía delgada, guapísima y cruel pero que para ser la tía-buena mala no le hace falta llevar vestidos ajustados, tacones y pelo perfecto sino que tiene un estilo tirando a grunge y algo andrógino muy alejado de lo que normalmente se consideraría una adolescente atractiva.   

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Otro punto a favor

Igual de importante que de necesario en las películas de adolescentes es hablar sobre la masturbación femenina. Si bien estábamos hartos de oír hablar de pajas, gayolas, de cascársela, de sacudírsela y un largo etcétera en películas tipo American Pie, es raro encontrar a chicas hablar de usar una osa de peluche para masturbarse con la naturalidad con la que lo hace Molly, al menos no en películas tan comerciales como esta. 

Todo esto sumado a la profundidad de los personajes secundarios, como la excéntrica Gigi que no solo es alocada sino que en el fondo tiene problemas, la forma en la que trata la crisis de adultez de la profesora enrollada o la búsqueda de una identidad propia al margen de tus amigos a medida que vas creciendo, hace que sea una recomendación absoluta para cualquier adolescente o no tan adolescente. 

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Desde luego que no se va a convertir en una película de culto, ni falta que hace. Lo que sí es necesario es que el resto de películas de este género y sobre todo para este público, entiendan el poder que tienen para poder representar realidades que solamente existen si se les da voz y empiecen a ser más conscientes de que pueden hacer las cosas mucho mejor de cómo las estaban haciendo hasta ahora.

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Texto: Celia Martín.

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