León Benavente salen victoriosos de su segunda Riviera.
Atrincherarse durante dos noches seguidas en La Riviera madrileña y que tu público agote existencias es un lujo que solo pueden permitirse los que ya han sido muy asimilados entre los grandes nombres del panorama. No hablamos de colmar estadios, pero sí de haber perfilado la cara adulta del indie a tu imagen y semejanza. León Benavente ha conseguido, con su tercer disco, y por supuesto, su bagaje, que le sigan los pasos, hasta dar con la noche del 15 de noviembre, segundo acto de su hazaña.
La banda publicó recientemente Vamos a volvernos locos, un LP de diez canciones en el que se sintetiza la característica elegancia retórica de Abraham Boba con el nerviosismo instrumental de una formación hecha a medida para el directo.
Le Parody: Folktrónica.
Si León Benavente fuese el beso, Le Parody pondría los centímetros de tensión previos al deseo. La extravagancia de la artista malagueña fue la opción de los anfitriones para recibir a los primeros asistentes. Autodenominando su estilo como folktrónica, Sole Parody hizo de una mesa de mezclas su tablao particular, con mantilla incluida. Se anduvo cerca de propuestas como la de Fuel Fandango, con una visión prospectiva de la tradición flamenca. De todos modos, esa construcción impulsiva y experimental del directo dejó unos planteamientos de la música electrónica muy cercanos a los de Arca.
Cuatro monos en combate.
Tras esta rave precoz, León Benavente salía al escenario. El porte de cuatro figuras negras contrastando sobre un telón dorado era un ejercicio de sofisticación que hacía fantasear al personal. Cuatro monos daba las primeras puntadas. El primer tema de su tercer disco es una eyaculación en directo, la botella de champán proyectando toda la presión sobre un corcho a punto de dispararse. Hasta que se dispara, y el contenido se hace eco por toda la sala, rompiendo con el ansia de un auditorio sediento.
Amo y Como la piedra que flota son los singles premonitorios una demencia declarada, esa de la que se jactan con orgullo en su último elepé. Y en el mismo carro que la exaltación, vimos a un frontman con una oratoria de campeonato, de las más certeras del panorama: versos con poder de discurso y musicalidad poética, que hablan de una vida alternativa en la que Boba cambiaba los conciertos por el meeting político.
Atravesado el sumario de lo que se ha conseguido con su neonato, desembarcamos en La Ribera, pieza fundamental de su segundo disco. Posteriormente, se recreaba sobre el escenario el espíritu democrático de Vamos a volvernos locos: la figura de la mujer, presente en tres de sus nuevos temas, le tendía la mano a Miren Iza, conocida artísticamente como Tulsa, para participar en el encuentro con Mano de Santo.
Ánimo Valiente, con cierta reminiscencia de lo que fue el primer concierto de León Benavente en Madrid, trajo el calor de un agradable recuerdo en el Teatro Lara de la capital.
Un desenlace vertiginoso.
Aunque la perplejidad no fuese lo que a uno le invade tras su muestra en el escaparate, Volando Alto y No hay miedo revirtieron esa menor eficacia dentro del compacto de diez canciones con una tenaz puesta en escena, evidenciando que quizás este disco esté pensado para el cara a cara.
Después, casi por un acto de videncia, Aún no ha salido el sol y Ayer salí se convirtieron en un juego de causa y efecto de la vida nocturna, aunque un pequeño desfase temporal –no es el único desfase– nos deja con un primer tema mucho más maduro –tres años– que su contraportada.
En último lugar, la estrategia de los bises abría con La canción del daño. La balada masoquista podía interferir en una energía ganada a pulso con el transcurso del concierto, y que sería decepcionante si cesase casi en su término, pero esta propuesta era un simple calentamiento del desenlace vertiginoso que surgió de interpretar Ser Brigada y Gloria del tirón; un susto del que más de uno tardaría en recuperarse.
Arrebatarle a León Benavente la posibilidad de desenvolverse en el directo sería como sacar a un pez del agua; pocos grupos tienen unas medidas tan coincidentes con el canon interpretativo. Es por ello que cada vez que pisan un escenario quemen el asfalto.