El pasado 23 de marzo Samantha Hudson conseguía un casi lleno -el permitido por las medidas sanitarias- en su primer show en el teatro Lara con el estreno de ‘Eutanasia Deluxe’; un show lleno de música, pelucas y tacones y comunismo .
Las entradas se agotaron en menos de 24 horas, y desde las siete de la tarde, un público de lo más variopinto comenzaba a acercarse a la calle Corredera Baja de San Pablo para ver a la doble española de Cameron Díaz. A la salida, no había ni una sola cara seria. Samantha incluyó un atrezzo bastante característico para su salida al escenario: un armario gigante, una colada tendida en el techo, tres maniquíes con pelucas y un retrato en blanco y negro de Alberto Chicote, entre otros objetos. Al grito de: “¿queréis saber cómo luce un gilipollas saliendo del armario?” la joven saltaba fuera del ropero entre aplausos y en albornoz.
Durante una hora, en palabras de la propia Samantha, el público “sintió en sus carnes el estigma del disfrute” y cantó algunos de sus temas más representativos: desde Dulce y Bautizada hasta el himno español adaptado por Marta Sánchez; pasando por la transformación en personajes tan destacados como Eva Hache o Rihanna en un show que haría colapsar a Lucía Etxebarría.
El estilismo, realizado por Antonio Velasco, estaba cuidado al detalle para encajar con los diferentes matices del show.
Desde un atrevido vestido de novia a un conjunto de lo más cyber-punk que nos confirman que Samantha es una chica de armas tomar.
Que su mera presencia agite el panorama ya dice mucho del sistema en el que vivimos. La chica con las piernas de España volvió a demostrar que no sólo es una cara bonita, sino una maestra de lo performático llena de ingenio y talento capaz de hacernos reír y cuestionar las reglas al mismo tiempo.
Como dijo Agrado en Todo sobre mi madre: cuesta mucho ser una auténtica señora, y en estas cosas hay que ser rácana, porque una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma. Samantha llega a los escenarios pisando fuerte y haciéndonos ver -una vez más – que en ocasiones lo más revolucionario es ser una misma, sin miedo y con todas las consecuencias.