La formación sevillana hizo del Teatro Coliseum su tablao particular.
Los horizontes entre el homenaje y la apropiación cultural son las arenas movedizas sobre las que uno preferiría moverse con cautela. Menguan o se dilatan a conveniencia del protagonista que tantea rebasarlas, empujadas por el pulso de toda una comunidad que delimita sus fronteras. En el caso de Califato ¾, podemos estar tranquilos. Pocos, hoy en día, han sabido moverse con tanta consideración en este terreno fangoso.
Debates pandémicos aparte, el pasado 19 de noviembre el Teatro Coliseum de Madrid lució como en sus mejores galas. Platea y anfiteatros colmaron esa fiebre de un espacio solitario con la presencia de una multitud que probablemente echaba en falta el calor de la música en directo. Y si encima Andalucía se erige sobre el escenario por cortesía de siete paisanos, el termómetro alcanza sus cotas más altas.
Califato ¾ apuesta más por el pragmatismo que por la guerrilla política. Su reverdecer del folklore andaluz y andalusí fija sus armonías y sus tiempos en los 6 puntos de su manifiesto como banda. Observémoslos con detenimiento en la noche del concierto:
1. Explorar el cante andaluz y la música andalusí desde una doble óptica, la respetuosa e irreverente.
Toda reinterpretación conlleva alguna pincelada de frivolidad, ya que se trata de profanar los márgenes de algo sacro e inmutable. Pero cuando la admiración impulsa la mayor parte de las motivaciones, se pueden hacer concesiones. Por eso, Fandangô de Carmen Porter reniega de temáticas tradicionales para revisionar el palo flamenco en su dimensión más paranormal.
Abriendo los ojos por primera vez ante el directo, la intrigante gesta de la periodista de Cuarto Milenio se trata del primer sencillo del próximo disco de la formación sevillana, titulado La Contraçeña.
2. Abrir nuevos caminos de temperamento flamenco desde el conocimiento de las raíces.
La actitud contemplativa de los hijos del imaginario flamenco es un acto de agradecimiento con la tierra y sus fundamentos. Construir nuevas identidades para este género es perseguir un ideal en el que la música andaluza pervivirá más allá de la evolución de los estándares musicales de la industria. Este mestizaje del flamenco con otras propuestas casa a la perfección con artistas como Le Parody, que se unió a los sevillanos para interpretar un tema propio llamado La Puerta.
3. Combinar música electrónica de todo género con sonidos arraigados a la idiosincrasia andaluza incorporando referencias que van desde los romances judeocristianos a la música cañí.
Vuelta de tuerca de las marchas de Semana Santa no es C. Tangana sampleando Campanera de Joselito, es Crîtto de lâ Nabahâ afilando trompetas hasta erupcionar en un drum’n’bass.
Tan funcional como apertura o como broche de un concierto, esta faceta electrónica del paso religioso levantó pasiones entre un público disconforme con tener el culo pegado al asiento.
4. Desarrollar la creatividad del compás de 3/4, 6/8 y 12/8 propio de los palos flamencos marcando el carácter único de nuestros silencios y contratiempos.
Se expresa mucho más con lo que no se dice que con lo que se comenta. El ritmo es una clave identitaria en el flamenco, y por eso los asistentes quisieron acompañarlo a través de palmas en Çoleá Pa Tu Mare.
5. Reinterpretar los más variados palos flamencos para que surjan nuevas formas de expresión.
Entre el humor y la extravagancia quedan los límites de Ruina, una sevillana que trata de conciliar la sátira con los principios del cante flamenco. Para más mofa si cabía, imaginad lo que supuso rematar el experimento mashupeando a Chimo Bayo.
6. Expandir el mensaje de Califato ¾ a través de la experimentación en la calle, en la vida y en las artes, construyendo una nueva identidad.
Si la propuesta de la banda bebe de la crónica de los hechos, en Alegríâ de la Alamea se materializan el recuerdo y la experiencia. A este pasaje vital se suma la voz de Rosana Pappalardo, que nos acompañó con su maestría durante todo el concierto.
Renegando de unos ojos llorosos de tenerlos a sus espaldas, Califato ¾ nos enseñó que la memoria andaluza no solo recuerda, sino que vive. El legado de sus padres es todavía una tierra fértil para aquellos que quieran cultivarla.
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS: SENTO SOLER