· opinión ·
¿Qué tienen en común Kinder Malo y Jackson Pollock?
Antes de nada, quiero aclarar que esto no es un artículo de investigación, no es un estudio, ni un TFG de historia del arte (aunque quizá podría ser un buen tema). Solamente es una idea que me ronda cada vez que retumba en mi cabeza uno de esos temas cantados por una voz robótica de timbre indescifrable. Y aunque esté lleno de afirmaciones categóricas, recordad que esto es solo un artículo de opinión, tal y como indica arriba, así que disculpadme si creéis que digo alguna barbaridad.
Así que, una vez cubiertas mis espaldas, desarrollo mi vaga teoría:
Todos, por suerte o por desgracia, juzguen ustedes mismos, hemos oído canciones hechas con el famoso autotune. Y aunque su origen se remonta al 98 con Cher y la mítica Believe, por muy moderno que nos creamos que es, las críticas le han llovido desde ese mismo momento: “así cualquiera canta”, “no sabemos ni qué voz tiene” o un simple “esto es una mierda”.
Y así fue como aquella diva del pop abrió la veda para que hoy el bueno de Kinder Malo nos cuente que le “brillan los dientes”, Bad Gyal nos advierta de que “Tú eres un mierda y no vales na’ ” y La Zowi anuncie algo así como que es “Puta”. Que sí… puede que justo estos ejemplos no parezcan mensajes muy relevantes, pero ¿qué importa eso? también los Beatles nos quisieron contar que todos vivían en un submarino amarillo y se convirtieron en una celebridad.
Y es que como ya todos sabemos, la historia es cíclica y es fácil encontrar ejemplos en la historia del arte en los que un nuevo estilo, por no decir todos, era duramente criticado, por no decir rechazado, sobre todo por los más puristas.
Como pasó, por ejemplo, con el arte abstracto y los academicistas:
Los abstraccionistas querían alejarse de cualquier cosa reconocible, utilizaban las formas, los colores, la textura o los trazos para crear una composición y así transmitir sensaciones o mensajes.
¿Cuántas veces hemos oído (y espero que no dicho) un: “eso lo hago yo” o un “eso lo hace mi hijo de 5 años”?
Con el arte abstracto parece que no sea necesario el talento artístico. Porque creemos que lo difícil, o lo que es realmente talento, es poder representar la realidad lo más parecida posible. Porque para hacer “4 líneas mal hechas” no hace falta ningún tipo de talento ni preparación.
Y digo “parece” porque evidentemente no es así. A poco que sepas de arte, y sino te lo digo yo, sabrás que para poder hacer esas “4 líneas mal hechas” y contar algo en ellas, hace falta saber de arte, hace falta preparación y evidentemente hace falta talento. Dejad que me ponga pedante y cite a Picasso con su “necesité toda la vida para aprender a pintar como un niño.”
Hace falta todo eso porque tiene que ocurrir algo muy concreto cuando observamos un cuadro abstracto: que nos olvidemos de lo académico, de si se parece o no a la realidad, para fijarnos en qué nos hace sentir, qué nos quiere decir o simplemente si nos gusta o no.
¿Y qué tiene que ver esto con Omar Montes, por ejemplo?
Pues que todo esto me suena a autotune: nos dejamos de fijar en si canta bien o mal, para fijarnos en qué nos hace sentir, si nos gusta o no, o lo más difícil, que nos olvidemos de todo, que nos invada un ritmo primigenio y nos abandonemos en mitad de la pista como si nos hubiese poseído la mismísima Nathy Peluso.
Y eso no lo puedes conseguir ni tú ni tu hijo de 5 años. Porque para hacer esa canción aunque te parezca que no hace falta saber cantar, tienes que saber de música, tienes que hacer la letra, la métrica, la melodía, el estilo, la coreografía y otras tantas cosas que van más allá de la voz.
Así que por poco que te guste esos cánticos robóticos o por mucho que detestes esos trazos sin sentido, en vez de pensar que eso podría hacerlo cualquiera, simplemente no pienses, porque están hechos para que solo los sientas.